La temporada va a ser una pasarela de debates bizantinos, en torno al número de partidos que se han recetado a los futbolistas de élite. Los jugadores están de acuerdo, los médicos lo dicen añadiendo detalles irrefutables; los psicólogos explican que sufre el cuerpo y que la mente sufre. Es una obviedad sostenida científicamente: se está castigando, por una rabiosa falta de empatía, al jugador de fútbol.
El mercado responde con la frialdad de los números, las necesidades de crecimiento y los contratos de los futbolistas. El punto de encuentro es imposible porque entre la voracidad del sistema y el sentido común, siempre gana una cuenta de explotación que no tiene techo en la casilla de beneficios; caiga quien caiga.
Ahora es Jude Bellinghan pero, la temporada no ha hecho más que empezar o, en realidad, no se ha parado nunca. Jude terminó de ganar su primera Champions League y fue a competir para una Selección, Inglataerra, que se plantó en la final de la Eurocopa. A penas quince días de vacaciones y Supercopa. Esfuerzo físico inhumano, cansancio mental y somatización de estados de ansiedad por ausencia de reposo. No hace falta ser un lince. Se olvida que, jugador extraordinarimante pagado no es sinónimo de «muñeco» indestructible. Son humanos.
Las evidencias están ahí. Da igual lo que gane un jugador de fútbol, es inadmisible que no sólo, no decrezca el número de partidos sino que estemos ante una temporada en la que se suman competiciones infladas, sin sentido ni atractivo alguno, con el único objetivo de contentar a clubes de mediano rango y para engordar la bolsa de otros con mayor potencial.
Los únicos que pueden parar esto son los futbolistas. AFE está en la batalla pero, no sé si podrá alcanzar el consenso necesario para frenar el disparate. Hacen falta más voluntades. Lo cierto es que, o los jugadores paran o los va a parar el fútbol por una sobredósis de partidos, viajes y estrés. Es inhumano, es irracional y perjudica seriamente la salud.