«En el buen sentido de la palabra, bueno». Con esta cita de Antonio Machado podría concluir mi texto hablando de «Jose Álvarez», resume fielmente su condición. Le conocí, poco antes de que llegara a Jaén. Emiliano Rodríguez, armador de aquel equipo que dirigió Neme, le trajo a una tierra en la que hizo su vida y en la que ha dejado su corazón.

Venía de haberse formado en dos grandes canteras, la del CádizCF y la del Real MadridCF. Sus virtudes como futbolista las conocemos todos. Los equipos en los que ha jugado tienen de Álvarez el recuerdo de un futbolista que no ahorraba esfuerzos y que amaba la profesión. Esto ahora tiene sólo el valor de un recuerdo deportivo y es sencillo de contar. Lo difícil es unir unas cuantas palabras para expresar algo que haga justicia a la parte humana de José Antonio. Por suerte, Jose tiene muchos amigos y entre todos, cada uno con sus experiencias de amistad y de vida, seremos capaces de lograr que el recuerdo le convierta en alguien inmortal. Su imagen trasciende a los campos de fútbol. Quienes le siguieron y le admiraron cuando jugaba en el Real Jaén CF, han tenido la posibilidad de verle a pie de calle, proyectado en toda su dimensión humana. A las personas se las acaba conociendo cuando se deshacen de esa armadura, diferente en cada caso, pero que protege o proyecta una realidad social y no personal.

Cuando Jose Álvarez se quitó la ropa de futbolista, los que no conocían esa versión, vieron a un ser humano provisto de unas virtudes que hacen de las personas seres entrañables, cercanos, queribles y capaces de poner un sonrisa paliativa en mitad de las catastrofes. Siempre encontraba, mientras en cargaba churros en lo de Jesús o compraba el pan en el Gran Eje, una razón para que entendieras que la vida es un entramado de equilibrios, él lo sabía bien, y que hay que vivirla no por lo que perdimos, sino dando mucho valor a lo que tenemos.

Calmo, afectivo, paciente, positivo y tenaz, me parece imposible tener que hablar de él en pasado. Me quedo con nuestro tiempo deportivo pero, sobre todo, con esos días en los que nuestra conversación eran los asuntos personales, lo que nos hacía felices o nos entristecía, la vida. Ahí, Jose jugaba con jerarquía, era enorme.

Cuando estoy frente a un momento así, me hago las mismas preguntas y me gustaría asirme a algo que tuviera sentido, no existe. Ante esa imposibilidad me quedo con una frase de Antonio Gala: “La vida no es algo nuestro, nosotros somos algo de la vida”. La vida ha dispuesto. Guardo para mí la fortuna de haberte conocido, amigo. Eso no tiene precio.

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