Pedro Jaro Reguero (Madrid, 1963) Futbolista. Dejó su profesión con 36 años. Podría haber jugado más, pero él marcó sus tiempos. Después de pensar, analizar y dudar hasta el último momento, consideró que ese era el punto exacto en el que debía dejarlo y bajó el telón.

Portero, entrenador de porteros y, seguramente si hubiera dado el paso, un buen entrenador de fútbol. Lo ve bien, lo analiza con frialdad y lo conoce por los cuatro costados.

La de Jaro es una carrera larga que descansa en dos pilares fundamentales: El talento natural para su oficio y la descomunal carga de trabajo que puso para llegar a la élite. Eso le sirvió para estar en equipos como Moscardó, Cádiz CF, CD Málaga, Real Madrid CF, Real Betis, equipo con el que fue el portero menos goleado de la Liga española, Trofeo Zamora, y Atlético de Madrid. Ha sido entrenador de porteros en el Real Madrid, en el Atlético de Madrid, en las categorías inferiores de la Selección española y en la Selección de Ucrania.

En el mundo del fútbol ha logrado una altísima valoración, juicio que nace de su forma de entender la profesión, de la eficacia con la que la ha desarrollado y de ser escrupulosamente respetuoso con rivales y compañeros.

En esta entrevista nos deja un relato acotado por la nostalgia, al emocionarse cuando recuerda a su madre; por el cariño, al traer a la memoria a personas que le ayudaron y por la sinceridad porque, quizás, no sabe ser de otra forma.  

Jaro, el portero, es una figura seria y en apariencia distante. Pedro, el que vive con los que le conocen, es una persona permeable, muy cercana y, eso sí, bastante escéptica. Quizás tiene motivos.

¿Cómo se explica que un chico madrileño de 19 años, portero del Moscardó, arrancara su carrera profesional en el Cádiz CF?

Fui al Cádiz CF por casualidad. Jugaba al fútbol, pero mi vida estaba orienta hacia otra cosa. En ese tiempo, y creo que siempre, los padres querían que sus hijos tuvieran cuanto antes el futuro asegurado y mi padre me orientó para trabajar en Telefónica donde ya trabajaba él. Jugaba y, al mismo tiempo, me estaba preparando para ganar un puesto ahí y asegurarme la vida.  Aprobé todos los exámenes, teórico, físico y psicológico, sólo me quedaban los tres meses de formación. Hacía las prácticas en Aranjuez por la mañana y entrenaba por la tarde. Jugaba con el Móscardó en Tercera División y ya había equipos que se interesaban por mí. Estuve en Barcelona, el club también habló con Hércules y Castilla no fui a ninguno de los dos porque los clubes no se entendieron en lo económico. Había una diferencia de 500.000 pesetas, creo. Lo cierto es que, cuando me faltaban quince días para incorporarme a Telefónica, apareció el Cádiz y me fichó. Fue una decisión muy dura para mí. Me tenía que ir de Madrid para afrontar un futuro incierto, dejaba el porvenir que mi padre entendía que era lo mejor de cara a mi futuro y, lo peor de todo, me tenía que separar de mi madre que estaba a travesando un momento crítico de salud. Sin embargo, en aquella ocasión reconozco que pudo más mi deseo de jugar al fútbol, de hacer lo que me gustaba. Eso me decidió a salir de Madrid en un momento tan difícil en lo personal. Ahora que lo pienso es extraño, porque creo que a mí lo que me ha faltado siempre es pasión. Creo que no he sentido la pasión normal que uno experimenta por las cosas que le gustan, por los sueños. No sé si en aquel momento fue pasión u otra cosa, pero siempre lo digo y me lo aplico, una vez tomada la decisión no debes arrepentirte. Fue duro, pero creo que no me equivoqué.

Llegó a Cádiz, después del Mundial de España, 1982, al mismo tiempo que Mágico González ¿Cuánto hay de verdad y cuánto inventado en la persona y en el personaje de mágico?

Una verdad mal contada puede ser una mentira o hay verdades que, según quién y cómo las cuente, se pueden parecer a la realidad en mayor o menor medida. Se cuentan cosas que son verdad a las que luego se les añaden detalles que ya no pertenecen al relato original y lo magnifican o lo cambian totalmente. A Mágico González se le atribuye esta frase: “Lo que quiero es ganar dinero, volver a mi tierra y comprarme un taxi”. Él mismo me dijo que esa frase no la había pronunciado nunca. Sin embargo, se le atribuye y se cuenta como cierta.

 De Mágico se cuentan muchas cosas y quizás todas arrancan de una verdad, pero Cádiz es una tierra con una forma de vivir y de contar la vida con mucho arte y más creatividad.

A Mágico entonces, cuando llegó, no le conocía nadie. Lo habíamos visto jugar en el Mundial de España y poco más. Para el gran público podemos decir que era un desconocido. Cuando lo vi en el campo pensé ¿De dónde ha salido este? Nunca había visto, ni por televisión, un jugador parecido. Fue el primer futbolista de ese nivel que vi en mi vida y me marcó mucho porque para mí era algo inédito. Luego, en el plano profesional, para ser longevo y alcanzar un estatus debes tener muchas más cosas unidas al talento natural. El “Mago” era un bohemio. No sé si le gustaba el fútbol, más o menos, pero le gustaba hacer lo que le gustaba y cuando le apetecía. Era buenísimo, pero te lo daba cuando quería. Tímido, humilde, introvertido y creo, incluso, que era malo para él mismo. Él si hubiera querido hubiera sido dueño de Cádiz, pero lo material no le interesaba. Era feliz con dinero en el bolsillo para poder gastarlo con los amigos, no le importaban muchas cosas más.

Seis temporadas en el Cádiz para madurar como portero y salir al CD Málaga…

Nunca eres consciente del grado de madurez que alcanzas. Es un proceso que desarrollas lentamente y que se traduce en confianza hacia ti y hacia los demás.

A Cádiz llegué, como he dicho, por casualidad y me fui por una nimiedad, pero salí, efectivamente, al CD Málaga.

Entrada muy complicada en Málaga…

Tengo que ser sincero en esto. A mí me perjudicó en mi llegada el sensacionalismo de alguna prensa deportiva. El equipo acababa de subir a Primera División con Kubala, al que sucedió Luis Costa. Una vez que el equipo estaba en Primera se empezaron a barajar varios nombres de posibles porteros, Arconada, Otchotorena, Schumacher…y al final fui yo. Algún periodista que no había acertado en ninguno de los nombres que avanzó, encajó mal mi llegada y tardó en aceptar la evidencia, con el correspondiente perjuicio para mí. Sin embargo, yo en Málaga me sentí querido, fui feliz y disfruté de un grupo extraordinario. Era un equipo de veteranos que se podía pensar que llegaban a retirarse y no era así. Los más veteranos fueron los más profesionales. Eran espejo para los jóvenes. Antonio Álvarez, Miguel Ágel Ruiz, Esteban, Clemente Villaverde, John Lauridsen…

Y Juan Gómez, “Juanito”….

A mi Juanito me ganó en “El Rocío”. La única vez que estuve en el Rocío. Jugaba todavía en el Cádiz y nos escapamos, yo no me escapaba nunca pero ese día me escapé. Nos fuimos cinco en un “Seat 127” de Chico Linares. Llegamos y, justo al salir del coche me encuentro con Juanito. Me sorprendió o, para ser sincero, me impresionó verle. Él era una figura y ya estaba en el CD Málaga. Me vio y dijo: “Qué Pedro, te vienes con nosotros o qué”. A mí en el fútbol nadie me había llamado por mi nombre. Siempre Jaro, nunca Pedro. Cuando nos despedimos pensé: “Sabe cómo me llamo, me ha saludado y me dice que si voy a ir al Málaga”. En ese momento creo que ni yo mismo conocía los contactos o el interés del Málaga.

A Juanito había que quererle. No era sencillo, era complicado en el campo porque la pasión la llevaba al límite, pero fuera tenía un corazón inmenso. Como en el caso de Mágico, Juan tenía un desapego de las cosas materiales que le perjudicaba. En lo deportivo siempre estaba de parte de los jugadores y eso, siendo la figura que era, tenía mucho valor.

Su despedida del Málaga fue tirando un penalti que no entró y que llevó al equipo a Segunda. ¿Siendo el portero qué necesidad tenía de tirarlo?

Jugamos en la liguilla final contra el Espanyol. En el Estadio de Sarriá perdimos 1-0. En la Rosaleda ganamos 1-0, hubo prorroga y terminamos en los penaltis. Antes de empezar los lanzamientos me senté en el césped, a mi lado de pie, estaba Burgueña que era el entrenador de porteros y llegó Antonio Benítez, el entrenador, y me dijo: ¿Pedro, quieres tirar un penalti? “A mí me da igual -le respondí- pero si hay cinco jugadores dispuestos, que los tiren ellos”. Ahí quedó todo. Empieza la tanda de penaltis, paré dos, y cuando llegó el último ya me iba porque no tenía más información, entonces me dicen que el último lo tiro yo. Me sorprendió, pero estaba muy tranquilo y no tuve problema para tirarlo. Lancé y tuve la mala suerte de fallarlo. Así es el fútbol. Había parado dos y si meto el gol quizás nos hubiéramos quedado en Primera. La historia en el fútbol cambia por detalles.

Antonio Benítez, su entrenador, sabía que usted después de ese partido iba a firmar por el Real Madrid…

Creo que sí. No estaba hecho, aunque sí muy avanzado. Benítez me conocía y sabía que yo, aunque en ese partido hubiera tenido al Real Madrid delante, hubiera tirado a marcar, sin duda. Era jugador del CD Málaga. Los dos estábamos muy tranquilos en ese aspecto.

¿Cómo fue esa salida de un club modesto, el CD Málaga, al Real Madrid?

Él nunca me lo dijo, pero yo creo que Juanito tuvo mucho que ver en eso. Desgraciadamente no llegamos a hablarlo nunca. Fue algo parecido a lo que me pasó cuando iba a entrar en Telefónica. En ese momento el SevillaFC había apostado muy fuerte porque yo fuera allí. Parecía que estaba hecho, pero hubo un desajuste, creo que fue por un millón de pesetas, y en ese momento el Real Madrid puso lo que el Málaga quería y se hizo. Yo había sido del Real Madrid desde pequeño. Era cumplir un sueño. Llegué de puntillas, con una trayectoria ya, pero consciente de a dónde llegaba.

Tuvo mala suerte porque parecía, después de la pretemporada, que iba a empezar la competición como titular, pero se torcieron las cosas en el Trofeo Bernabéu…

Creo que hice una buena pretemporada y llegó el último partido antes de empezar la liga que era el Trofeo Bernabéu. Nada estaba asegurado con respecto a la titularidad, pero se decía que el equipo que se presentaba en ese encuentro, normalmente, sería el equipo titular para el comienzo de la competición y ese partido lo jugué yo como titular. Jugamos con Milan, perdimos 1-3 pero tuve la desgracia de encajar un gol como consecuencia de un fallo mío. Fue tan grave y tonto que yo creo, no lo sé, que cambió los planes del entrenador (Thosack). Me gustaría pensar que no fue por eso, pero nunca lo sabré. Era mi debut en el Santiago Bernabéu, minuto 45 de la primera parte, no se sacó ni de centro. La distancia, en diagonal, desde la portería al vestuario ha sido la más larga de mi vida.

Luego volví a jugar con más o menos regularidad y a eso acabas dándole la importancia que tiene. Pero la verdad es que dos años después estaba, ya con Benito Floro, en un buen momento y con la confianza del entrenador cuando, en este caso una lesión, fue la que me apartó de la titularidad. Es fútbol…

Su temporada más redonda fue en el Real Betis donde ganó el Trofeo Zamora…

La verdad es que, en lo profesional y en lo deportivo, dentro del club estuve muy a gusto creo que, junto a Málaga, es donde mejor he estado. Sin embargo, en Málaga, pese a la frialdad inicial, llegué a conectar con el entorno, en el Betis no lo sentí así. Volví a tener un trato, creo que injusto, por parte de un periodista local y aquello caló en la afición. Afortunadamente la portería es la que me daba el crédito y no esos comentarios tendenciosos. El Real Betis quedó tercero, fue el equipo menos goleado de Primera División y yo fui Trofeo Zamora. El último partido de la temporada, cuando todavía me estaba jugando ese título y pese a que Serra Ferrer me lo insinuó, no quise dejar de jugar o jugar sólo una parte para asegurarme el Trofeo Zamora. Al final ganamos (0-2) contra el Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Nosotros nos jugábamos el tercer puesto que daba derecho a estar en UEFA y eso era muy importante para el equipo, más que mi Trofeo Zamora. En aquel momento lo tenía clarísimo, quizás es con el paso del tiempo es cuando valoras esas cosas a nivel personal pero entonces yo lo tenía clarísimo, primero el equipo.

Al Atlético de Madrid llegó en dos actos…

Estando en el Málaga ya me quiso firmar el Atlético de Madrid, pero no salí en esa ocasión. Jesús Gil, dueño del Atleti, me ofreció unas cantidades mareantes comparadas con las que he cobrado en el fútbol, pero me pidió que rompiera el contrato con el Málaga. Me quedaba un año más y tenía que romperlo. Gil me dijo que él no pagaba traspaso. Estaba dispuesto a pagar lo que me costara la ruptura, pero creo que, por problemas con Pepe Pardo, presidente del Málaga, no quería traspaso. Pude ir entonces al Atleti y firmar quizás el contrato de mi vida, pero no lo hice. Cumplí mi contrato con el CD Málaga.

Estando ya en el Real Betis, temporada 95/96,hubo unos contactos muy serios. Se habían cerrado las cantidades, los detalles del traspaso…todo. Había estado hablando con Miguel Ángel Ruiz y lo teníamos acordado, pero sin firmar y, al final Radomir Antic, que fue el que había pedido mi incorporación, pensó que no. Aunque todo fue muy en secreto, hubo una filtración y Serra Ferrer se curó en salud y fichó a Toni Prats y ese año jugué los partidos de la Copa del Rey. Llegamos a la final, la jugué también y perdimos con el FC Barcelona. Luego en la temporada 96/97 llegué al Atlético de Madrid y reconozco que, jugando poco, fue un periodo muy bueno en lo personal.

¿Cómo portero y habiendo conocido a Andriy Lunin desde muy joven en la selección de Ucrania, qué piensa de que se perdiera la final de Champions tras una gran temporada?

Estamos hablando de fútbol profesional. Yo lo quiero mucho, creo que es recíproco, pero entendí la decisión del entrenador. Además, creo que Carlo Ancelotti estaba dando señales de que era Courtois el que iba a jugar. Mucha gente me decía que era una decisión injusticia y yo creo que no es eso. Es como cuando me decían que era injusto que Atleti perdiera una final en el tiempo de descuento. No, no es injusto, es cruel.

Courtois se recupera de sus dos lesiones y tiene por delante mes y medio antes de la final de Champions. Todos queremos jugar y él hace todo para demostrar que puede. Luego las palabras del entrenador, para el que las quiera entender, eran muy claras. Reconoció la gran temporada de Lunin, lo importante que fue en partidos clave…pero dejó claro que su portero era Courtois. Le dio partidos y si le da partidos es porque el objetivo es que llegue a la final. Si le das partidos y cumple, además especialmente bien contra el Alavés, había pocas dudas. Si Ancelotti tiene bien a Courtois y no lo pone, corre el riesgo de que Lunin tuviera un problema en la final y que la suplencia del belga se le volviera en contra. Si yo tengo al portero de mi confianza y que, para todos es el mejor portero del mundo, lo pongo.

Siendo el afectado puedes no entenderlo y considerarte perjudicado, pero viéndolo desde fuera, lo entiendo. Desde el punto de vista profesional se comprende. Quizás incluso Andrey, en su fuero interno, lo sabía. Luego vino la indisposición que tuvo, pero creo que él lo podía intuir.

¿Qué relación debe haber, a su juicio, entre el entrenador y el futbolista?

La he visto de dos maneras. Cuando fui jugador la veía de una y luego la he visto de otra diferente. Cuando eres futbolista necesitas señales, necesitas que el entrenador te diga algo o te dé una explicación. A veces, dependiendo de tu carácter o de tu personalidad, una reprimenda o una charla de estímulo. Ahora lo veo de otra forma. El entrenador lo que te dice lo tiene que cumplir y a veces no puede, pero eso a ti no te importa, lo que sabes es que no ha cumplido lo que te ha dicho. Se debe tener un buen trato personal, pero en lo profesional, ser muy cuidadoso. El entrenador debe saber qué decir, cómo decirlo y cuando lo debe decir. Esa capacidad no la tiene todo el mundo y está dentro del concepto que denominamos, gestión.

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