Radiografiamos la trayectoria del abanderado del fútbol jiennense en las últimas 2 décadas
Más de 500 partidos. 272 de ellos, en Primera División. Internacional absoluto con España y subcampeón del mundo sub 20. Y el poso de 17 temporadas como profesional. Ese es el bagaje de Manu del Moral, que repasa su trayectoria en primera persona un año después de su retirada en esta edición especial de PALABRA DE FÚTBOL.
De Jaén a la cantera del Atlético de Madrid: una decisión meditada
El camino de Manu del Moral en el fútbol arranca en Jaén de la mano de Ismael Almazán. Empieza a despuntar en los alevines de la Escuela Municipal, en la selección provincial y como capitán de la selección andaluza en el Campeonato de España. Sus condiciones llamaron la atención de FC Barcelona y Real Madrid. “Era muy pequeño y, en ese momento, la distancia y la situación laboral de mi familia hicieron que dejásemos ese salto para más adelante”, explica. Un paso que se retrasó un par de años y que daría rumbo al Atlético de Madrid gracias a la intermediación de Higinio Vilches y a la presencia de otros canteranos a los que conocía, como Jorge Panadero, de Castillo de Locubín.
El cambio fue grande. Pasó de vivir en Jaén arropado a encontrarse junto a otras 30 jóvenes promesas en la residencia del cuadro colchonero. “El primer año fue duro. Empecé a echar de menos el día a día con mi familia y mis amigos. Fue complicado, pero me hizo madurar”. Compartió esos momentos con jugadores como Fernando Torres o Gabi. Tras proclamarse campeones de España en edad juvenil, el club le dio la oportunidad en el filial de Segunda B. La puerta del profesionalismo estaba un poco más cerca de abrirse.
Subcampeones del mundo sub 20: una plata para derribar la puerta
Esa nueva zancada en su carrera vino acompañada de la llamada de la selección para disputar el Mundial Sub 20 de 2003 celebrado en Emiratos Árabes. La medalla de plata en aquel torneo supuso su confirmación en un escaparate importante para el fútbol español. “Allí ya notabas que estabas en la pelea por jugar en Primera División. Ya éramos prácticamente profesionales y nos juntamos un grupo muy potente con Iniesta, Gavilán, Moyá o Juanfran, entre otros. El único sabor agridulce es haber caído en la final ante Brasil (1-0) con un gol cerca del final y después de jugar casi todo el partido con diez por la expulsión de Melli. Aun así, fue un mes de convivencia espectacular”, expresa Manu del Moral.
Tras el subcampeonato mundial en diciembre, le surgió la posibilidad de ir cedido en el mercado de invierno al Recreativo de Huelva de Segunda División, que estaba luchando por subir. “Debuté en 2ª A pero no tuve los minutos que buscaba, por falta de adaptación o de confianza. Pese a todo, en la temporada siguiente, volví cedido ya desde el principio. Tuve más continuidad y guardo con mucho cariño mi etapa onubense”, indica el exfutbolista.
Debut en Primera: una fecha inolvidable
Ese verano logró la medalla de oro en los Juegos Mediterráneos de Almería y decidió pelear por un puesto en el primer equipo del Atlético de Madrid, a cuyo banquillo había llegado Carlos Bianchi. “Me querían para estar a caballo con el B. Llegué con mucha ilusión, trabajé duro y Bianchi me llevó al stage de Inglaterra. Tuve mala suerte porque en un amistoso me fracturé el tobillo. Pese a ello, depositaron su confianza en mí y esperaron mi recuperación”. Esa paciencia tuvo recompensa el 22 de diciembre de 2005 en El Sadar de Pamplona. “Puede decirse que me tocó la lotería. Recuerdo que el campo estaba congelado y casi todo el equipo, menos yo, quería suspender el partido. Finalmente se jugó y tuve la suerte de debutar. Fue un día inolvidable, en el que te das cuenta que tanto sacrificio ha merecido la pena”, rememora.
Poco después, el Atlético destituyó al técnico argentino y subió al primer equipo a Pepe Murcia, al que Manu del Moral también conocía muy bien. Tuvo algunos minutos más en Primera, incluso como titular, pero en junio decidió cambiar de aires. “El Atlético pasaba por un momento delicado, los resultados no llegaban, y un club con esa presión mediática no es el mejor contexto para un chaval recién llegado a la élite. Aunque tenía contrato profesional y mi ilusión era triunfar en el Calderón, me llegó la opción de irme al Getafe, donde creía que iba a tener más minutos”. Y no se equivocaba.
Getafe CF: Idilio azulón en el que pasó de novato a referente
El inicio de su andadura en Getafe no fue fácil. Se encontró con pocas oportunidades hasta que el Real Jaén se cruzó en su camino. En la previa del Trofeo del Olivo, charló con Schuster para pedirle unos días de permiso en casa. El técnico alemán se lo negó porque en el siguiente partido de liga iba a ser titular. “Me dijo literalmente: “hasta ahora no te he dado muchos minutos porque no quería meterte presión por tu juventud”. El próximo rival era el Real Madrid. ¡Menos mal que no me quería meter presión! Ganamos 0 – 1 en el Bernabéu. La jornada siguiente ganamos en Huelva y marqué mi primer gol en Primera. Luego ganamos al Deportivo y al Zaragoza, también con goles míos. Me hice con el puesto de titular y ya no me movió de ahí”, recuerda.
Esa temporada forma parte de la historia del Getafe CF. Se plantaron en semifinales de la Copa del Rey ante el Barça. Cayeron en la ida en el Camp Nou por 5 – 2, el día del gol maradoniano de Messi. “En el avión de regreso, el presidente Ángel Torres nos dijo que íbamos a pasar la eliminatoria. Creó una atmósfera que hizo que nos lo creyéramos nosotros y la ciudad. Y lo conseguimos con un 4 – 0 inolvidable ante el Barca de Xavi, Ronaldinho, Eto’o o el propio Messi”, cuenta Manu del Moral. En la final cayeron ante el Sevilla (1-0), aunque aseguraron el histórico pasaporte para la Copa de la UEFA. “Ese primer año fue un sueño”, resume.
La segunda de sus campañas en el Coliseum Alfonso Pérez también fue épica. Al banquillo llegó Michael Laudrup, que también apostó por Manu del Moral como pieza esencial. El equipo azulón compitió en tres competiciones y de manera sobresaliente en la UEFA y en la Copa del Rey. En Europa, se clasificaron para cuartos de final ante el Bayern de Münich y se quedaron a un pasito de las semis. “Recuerdo esos días en los que toda España era de un equipo modesto como el nuestro y lo tuvimos realmente cerca. Vivimos cosas tan bonitas pero en dos minutos se nos fue todo al traste.”. Mientras, en la Copa repitieron presencia en la final. Esta vez ante el Valencia de Koeman. “Nos enfrentamos a un equipo con muchos problemas internos. Creo que era un rival más asequible que el Sevilla de la temporada anterior, pero no fuimos capaces ni de hacerles sombra”, argumenta el jaenero. Cayeron (3-1) aunque pudieron acabar con el buen sabor de boca de lograr mantener la categoría.
En la temporada 2008-09 llegó al banquillo Víctor Muñoz y, posteriormente, Míchel, con el que compartió sus últimas dos temporadas y media como azulón. El transcurrir de las campañas y su notable rendimiento le dieron un estatus de peso pesado en la plantilla. “En apenas dos años, pasé de novato a referente. Cogí esa responsabilidad y fui consciente que estaba consiguiendo lo que me propuse al salir de casa a los 14 años: asentarme y ser importante en un club de Primera”, reconoce. Al final de su 5ª temporada en Getafe, decidió dar un giro a su carrera. “Había cumplido un ciclo y mi salida estaba pactada con el presi”. Finalmente, el Sevilla pagó 4,5 millones de euros y se hizo con su fichaje.
La llamada de la Selección: el premio soñado
El final de su periplo en Getafe y la previa de su llegada a Sevilla coincidió con el cénit de su trayectoria futbolística: la llamada de la selección absoluta. “Fue la guinda a años de trabajo, uno de los días más felices de mi carrera deportiva e incluso de mi vida. Recuerdo que acababa de terminar la liga y estaba viajando a Sevilla para buscar piso de cara a la temporada siguiente. Cuando Vicente del Bosque dio mi nombre fue una alegría enorme, aunque tuve miedo de ver si estaba al cien por cien porque ese año acabé algo tocado”, dice al echar la vista atrás.
Pese a esas molestias y a no debutar en el primer amistoso ante Estados Unidos, Vicente del Bosque le dio la alternativa ante Venezuela la noche del 7 de junio de 2011. Salió tras el descanso por David Villa en un encuentro que finalizó con victoria española por 0 – 3. “Todavía me emociono hablando de aquello. Jugué los segundos 45 minutos. Había una humedad impresionante. Lo pasamos fatal, pero cuando puse el primer pie en el campo con la camiseta de mi país fue un sueño cumplido”, se sincera. Ese mismo mes de junio, el Ayuntamiento de Jaén quiso homenajearle por su llegada a la selección y le puso su nombre al campo de las Fuentezuelas. El campo donde empezó a despuntar irá siempre ligado a su figura.
Sevilla FC y la espina de las lesiones
Su primer año en Sevilla supuso su mejor temporada goleadora en Primera División con 10 goles. Sin embargo, el rendimiento colectivo no acompañó y se quedaron fuera de Europa. “Individualmente fue un año muy bueno, pero no competimos como debíamos. El club había ganado recientemente dos Copas de la UEFA y había mucha exigencia por parte de prensa y afición”. Su segunda campaña en el Pizjuán estuvo marcada por las lesiones, que le impidieron tener la continuidad necesaria para triunfar. “Arrastré muchas molestias y estuve muy mermado físicamente. Me queda la pena de que sin lesiones estoy totalmente convencido de que mi historia en Sevilla hubiera sido otra. En la siguiente pretemporada salí cedido y perdí la oportunidad de ganar la Europa League y disfrutar de un título allí”, expresa sobre su devenir en Nervión.
Salió cedido rumbo al Elche CF, en su regreso a Primera División. Allí volvió a sentirse futbolista gracias a la labor del doctor Quesada y consiguieron una meritoria permanencia. Tras su experiencia ilicitana, llegó una nueva cesión a un recién ascendido, el Éibar. “Buscaba volver a sentirme importante y lo conseguí gracias a un vestuario muy unido”. Tras su paso por Ipurua, se desvinculó del Sevilla FC e inició su peregrinar en Segunda División. Una temporada en el Real Valladolid y dos en el Numancia, en busca de un ascenso que no pudo ser. Y finalmente, su epílogo a medio camino entre el Nástic de Tarragona y el Rayo Majadahonda, donde puso el broche final a una trayectoria sobresaliente. Lo hizo junto a Iriondo, uno de sus técnicos en los inicios, y en el Cerro del Espinar, donde se forjó. Mermado por una lesión en el pie decidió colgar las botas. Ahora, un año después y ya con el título de director deportivo, se siente satisfecho y orgulloso por haber sido el abanderado del fútbol jiennense en los últimos 20 años y, sobre todo, por haber cumplido un sueño durante 17 temporadas.