El fútbol es un arte. Eso es lo que sostienen quienes ven en este deporte una realidad plástica capaz de, en manos de un experto, conmover el espíritu, emocionar y hacer que los sentidos experimenten una alerta de placer.

Si partimos de ahí, diría que James Rodríguez es un artista. Mi pregunta es si el Rayo Vallecano necesita un artista o un buen jugador de fútbol, a secas. El primero nos va a segurar momentos, cada vez que la inspiración le sorprenda trabajando, de altísimo valor estético y a veces, también, práctico. El jugador de fútbol ofrecería un rendimiento regular, menos vistoso y más previsible en cada partido.

James es de esos jugadores que van derramando migajas de calidad para “encelar” al buen aficionado. Desde que, en el último Mundial de Brasil, encandiló a todos no ha dejado de hacer el cambio de luces. Guadiana paradigmático, emerge con jerarquía práctica en las grandes citas con Colombia, para desaparecer en los campeonatos domésticos y provocar el desconcierto entre quienes creen ver, en esos momentos luminosos, la vuelta regular y defintiva del astro.

Si el Rayo Vallecano encuentra el dinero para pagar al artista, estaremos ante una nueva oportunidad de ver si, tras el rutilante fogonazo de la Copa América, la luz del “Sol” colombiano se mantiene y es, en el firmamento del centenario, la estrella que el “Rayito” necesita para los fastos pero, sobre todo, para mentenerse otro año en Primera División.

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