Manolo Carmona.- Ni siquiera un servidor, persona intrépida, valiente, echada para adelante —menos ahora, es verdad, por el paso del tiempo—, en algunas ocasiones con algo de inconsciencia, sería capaz de ponerme en este momento en la piel de los árbitros. Corren malos tiempos para el colectivo. Me viene a la memoria, y seguro que estarán conmigo aquellos que ya pintan canas, lo que hemos podido ver por esos campos de Dios en la provincia. Era casi habitual que la Guardia Civil o la Policía Municipal tuvieran que acompañar al colegiado hasta las afueras del pueblo. Uno, que ha pateado toda la provincia viendo fútbol amateur, ha sido testigo de cómo, cogido por las piernas, arrastraban por el albero al árbitro de turno, entre otros casos desagradables… muy desagradables.

De un tiempo a esta parte, parece que estuviéramos dando pasos hacia atrás. Los señores del silbato han sido siempre el saco de los palos, la diana de la ira y de las frustraciones de mucha gente a lo largo de la semana, siempre solos y el blanco más visible donde poder apreciar las posibles equivocaciones. Todo el mundo que participa en el fútbol comete errores: entrenadores, jugadores y hasta directivos, pero son mucho menos criticados.

Me imagino al colectivo arbitral esperando que salgan las designaciones de la semana. Lo que antes era un premio, un reconocimiento por la buena trayectoria si les asignaban un encuentro importante entre equipos punteros, ahora se ha convertido en un verdadero calvario. Se comenta que algunos colegiados incluso estarían dispuestos, si pudieran, a rechazarlos.

Me imagino también a Real Madrid TV esperando que salgan las designaciones para ponerse cuanto antes a preparar los vídeos. Mientras tanto, el CTA calla y otorga. Acabamos de ser testigos del caso Munuera Montero. Incluso creo, es mi opinión, que sus compañeros anduvieron un poco lentos para salir públicamente a mostrar su apoyo. Y no me refiero al conflicto por la incompatibilidad y el cruce de intereses, que por otra parte ha sido analizado y desmentido por la RFEF—aunque bien es cierto que la crucifixión ya se ha realizado—, me refiero al affaire sobre su actuación en el último partido pitado al Real Madrid, sobre todo por la expulsión de Bellingham.

Se abren los diarios, las tertulias y las noticias sobre deportes hablando sobre la actuación del árbitro. ¿De veras, señores? ¿dónde vamos a llegar? No creo que sea el mejor ejemplo para los colegios de árbitros y la gente joven que, por vocación y porque les gusta, quieren abrirse camino en esto.

Es hora de parar, de poner freno a esta escalada. Directivos y prensa caliente, vamos a reflexionar: se está haciendo demasiado daño al fútbol.

Perdonen mi escepticismo pero veo muy difícil que pueda revertirse la situación, el ser humano no es perfecto y la apreciación de una jugada depende de cada cual.

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