Se juega como se entrena…pero cada día se entrena menos. Ahí está el ejemplo de las nuevas pretemporadas. La competición ha arrollado a los futbolistas. En los clubes de élite se compite, se programa, se viaja y, cuando se puede, entrenan. Es un disparate. Los partidos ofrecen cada día menos fútbol y el jugador se rompe cada vez más pero, no deja de considerarse un daño colateral que impone el negocio. Históricamente el futbolista ha sido considerado, como colectivo, un tornillo que sujeta todo el engranaje pero, al cabo un simple tornillo. Eso está cambiando, jugadores y jugadoras, por sus canales de representación (AFE-FIFPRO) presionan para que UEFA y FIFA levanten el pie y cese la superproducción de competiciones. De momento los organismos de los que depende el negocio, hacen oidos sordos. El pulso es serio.

El aficionado asiste a esta escena entre resignado y perplejo, sin saber si merece la pena ir al estadio para ver lo que cada día se ve o si quedarse en casa, pagando una pasta, para ver lo que cada día se ve. Este deporte se ha convertido en el mejor ejemplo de cómo se puede ir hacia el precipicio ante la mirada consciente de todos. Parece mentira que la insensibilidad alcance estos niveles, porque no estamos hablando de la «turra» que se le da al balón, se trata de personas y no vale eso de que ganan mucho. Por lo visto hasta que no aparezca de nuevo el drama en los estadios, no se hará lo que se tiene que hacer. Así somos.

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