Carlos Salvador Bilardo, en Radio La Red

Bilardo es sinónimo de lucha. Lucha con sus medios ahora, luchó en los terrenos de juego y siguió aplicando la misma receta para todo lo que hizo en los banquillos. Su llegada a España, vía Sevilla, supuso en la ciudad hispalense un terremoto mediático y un enorme impacto social y deportivo. Llegaba un técnico campeón del mundo que, poco después, facilitó la contratación de Diego Armando Maradona, palabras mayores.

A partir de ahí todo fue una montaña rusa que se movía de sobresalto en sobresalto. Fueron dos “fogonazos” de tal intensidad que hasta la luminosa ciudad de Sevilla vivió deslumbrada, entre el entusiasmo de los sevillistas y la perpeljidad de la Sevilla bética.

A partir de ahí vivimos una temporada que marca la historia de un club, entonces, presidido por Luis Cuervas, con el apoyo de un vicepresidente que hasta hoy marca la actualidad de la institución, José María del Nido Benavente. Esta es una historia que contaremos algún día con el rango que merece.

La noticia sobre la enfermedad de Carlos Salvador Bilardo, síndrome de Hakim-Adams, es una crónica que la medicina tiene escrita y que afortunadamente, si en situaciones como esta se puede ver alguna fortuna, el entrenador argentino vive rodeado de cuidados y afectos, en las antípodas del final que padeció Maradona. Bilardo ha perdido la capacidad de reconocer a las personas, que es una aforma de perder de facto la vida. Cuesta mucho trabajo hablar de Bilardo en términos de rendición, nunca fue templado y ahora lo es, quizás, porque no sabe que lo es.

Tuvo muchos detractores, el que gana y no cede en sus ideas los suele tener, y aquí en España, en una desajuste parcial de criterios, se le aplicó un reglamento severísimo para juzgar situaciones de campo que tuvieron más diemensión que sustancia. “Písalo, písalo” le dijo Bilardo a Domingo Pérez y, a partir de ahí, una historia que luego se ha ido matizando y que ha tenido tanto relato y tantas recreaciones que no es necesario comentar mucho más. Sin embargo Bilardo jamás se desdijo porque, en realidad, no había nada de lo que desdecirse: “Los de rojo son los nuestros” y eran los rojos. El episodio de Riazor todavía da para debates ético/deportivo/morales. Para mí, es una ejemplo perfecto de la doble moral futbolística y de cómo se puede defender una cosa y la contraria, virtud que es muy de este deporte.

Ahora, este “hooligans” del triunfo, vive casi sin darse cuenta. Un día fui testigo de cómo Bilardo llamaba por teléfono a Gary Lineker que jugaba en Japón. El jugador le dijo que estaba durmiendo, a lo que Bilardo contestó: “Gary, el que duerme pierde”. Así entiende este hombre el fútbol y la vida. No sé que pasará o si, pero pase lo que pase, Bilardo no se va a dormir nunca.

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