El fútbol muestra a las personas en su verdadera magnitud. Lo que se está viviendo estos días a propósito de la expulsión de Jude Bellingham en Pamplona, retrata la desmedura y la impunidad con la que se manejan algunas personas cuando, desde sus visceras, creen estar en posesión de la única verdad, la suya.
Por un actuación, para unos correcta y para otros incorrecta, con un expediente
por resolver y con desmentido por parte de Munuera Montero, se produce un «escrache», un acoso a base de insultos, medias palabras o directamente palabras gruesas, contra él… y toda su familia. No hay derecho. Es injusto, inhumano.
Lo que más me duele es que muchos insultos vienen de gente del deporte que
saben, porque lo han vivido, que una actuación desafortunada, si es que esta lo ha sido, no está ligada a la voluntad sino al juego y todo lo
demás, empresas y objeto de las mismas, todavía no se conoce con detalle ni se ha calificado y el afectado, como ha dicho, puede acreditar
pulcritud. Da igual, nadie espera a nada.
Siento pena, porque esto ni es la primera vez que lo veo ni tiene nada que ver con el fútbol. El mundo del fútbol tiene demasiada gente que piensa con las tripas. Falta equilibrio, mesura e inteligencia.