«La vida no vale nada si no es para perecer, porque otros puedan tener lo que uno disfruita y ama». Son palabras de Pablo Milanés que están en su canción, «La Vida no vale nada». Se trata de una llamada a la conciencia, por medio de un título radical. Sin embargo, lejos de dibujar un drama, es una llamada a la esperanza, a la solidaridad y al compromiso para que todos alarguemos el brazo y, en la medida de nuestras posibilidades, ayudemos al otro. Es un canto a la responsabilidad y a la conciencia para ayudar y no volver la cara.
Esta canción nace en el universo particular de la Nueva Trova Cubana, aquella que en los ochenta desembarcó en las radios españolas, abriendo la puerta a poetas y cantantes, cantautorres, cubanos.
Palabra de Fútbol utiliza el deporte como herramienta y trata, en cada edición de sus Premios, de establecer una línea que una el deporte y los valores humanos. Somos una voz comprometida con las personas y sus derechos. El fútbol es nuestra lengua madre pero de esa lengua penden otros idiomas, dialectos y modos de comunicación, que se valen del fútbol para ganar, aunque sea por un rato, visibilidad. Es una simbiosis perfecta. El fútbol pone el poder de convocatoria, sus valores y las estrellas que mueven el interés de la mayoría. El resto de deportes, Bádmitón, Boxeo, Muay Tahi, Atletismo…ponen la capacidad de superar barreras a base de constancia, muchas veces, en la más absoluta soledad. Son un ejemplo de tenacidad y de fe en lo que hacen.
He usado esta canción porque, indefectiblemente, las estrellas del fútbol que nos visitan y llegan a recoger el Premio Nacional «Palabra de Fútbol» acaban, de palabra, de corazón y con afecto, ridiendo pleitesía y marcando con sinceridad su admiración, a deportistas de esas disciplinas casi ocultas que, pese a vivir en el ostracismo, tienen la fuerza de no claudicar y luchar, sin muchos medios y con pocos aplausos, para alcanzar sus objetivos. Esa admiración, claramente expresada, es una forma de ayudar por el reconocmiento, de reclamar poniendo en valor los esfuerzos no siempre reconocidos. Los iconos del mundo moderno, los jugadores de fútbol, vienen y se ponen en el lugar de los modestos y reclaman para estos deportistas, lo que ellos han recibido, por su esfuerzo también, a manos llenas. Ejemplar.
La fórmula funciona y por eso la seguimos usando. Mezclamos a las rutilantes figuras del fútbol con jóvenes deportistas, con clubes modestos y con personas que han entregado su vida a la idea por la que, en esta ocasión, suben al escenario. Afortunadamente el valor humano de los exfutbolistas, de los entrenadores y de todos los que, en el ámbito del fútbol, reciben el Premio es de un altísimo nivel. Esa es la razón por la que el galardón se entrega por el palmarés y, muy especialmente, por el ejemplo humano de cada uno de ellos. Año tras año, asistimos a la reverencia sincera de futbolistas que forman parte de la historia de este juego, ante el esfuerzo de los modestos y frente a la ilusión desbordada de los más jóvenes.
En esta edición, quedan en la galería de palabras útiles, los discursos de Iván Zamorano y de Jose Mari Bakero. Ambos supieron tomar un hilo que ya había enebrado Iñaki Cano, periodista y humanista, que dijo en un momento de su intervención: «Antes de la recompensa siempre va el trabajo«.
Bakero y Zamorano, en esa línea argumental, fueron claros reclamando dejar que los jóvenes disfruten y que lleguen, si tienen que llegar, por el camino de la alegría y que nunca olviden que el trabajo y la constancia son el camino, el único, por el que se puede alcanzar un sueño. Los dos llamaron a los padres a marcar distancia y a dejar que los niños crezcan sin la presión innecesaria de progenitores obsesionados por el estrellato de sus hijos. Fue una lección de sentido común y de valores. Estos grandes futbolistas, comprometieron su voz para tratar de que los jóvenes deportistas sin influencias nocivas puedan, algún día, disfrutar lo que ellos, en su momento, disfrutaron y amaron.