Daniel Rodríguez (Jaén 1965). “Dani Rodríguez” entrena a Jaén Paraíso Interior, equipo de Fútbol Sala que compite en la máxima categoría de este deporte, Primera División.
Se han cumplido diez años desde que se sentó en ese banquillo. Una década abundante…ubérrima. Dos Copas de España. Dos Semifinales de Liga y dos finales de Copa del Rey. El relato de éxitos cobra más valor si echamos la vista atrás y repasamos de dónde viene su equipo y qué presupuestos ha manejado para circular por la élite y contra la élite del FS en España.
Para Dani Rodríguez el secreto está en la paciencia, la confianza y el ambiente. Paciencia para no dejarse llevar por lo rutilante de la categoría, por los focos y por la tentación de hacer castillos en el aire. Confianza porque el club es una familia y aunque hay áreas de responsabilidad muy claras, no existen departamentos estancos y el ambiente es ideal porque se ha logrado, a base de trabajo y método, una simbiosis muy fértil entre el club, la plantilla y la sociedad de Jaén.
El entrenador de Jaén Paraíso Interior no es una excepción y, por su edad, ha pasado muy de cerca por el fútbol: “Jugué al fútbol. Estuve ligado al Real Jaén y a punto de hacer una pretemporada con el primer equipo. Si eso hubiera pasado no sé qué camino habría elegido. De todas formas aquel fútbol era muy físico y el juego que a mí, por mis características, me podía convenir estaba en camino pero todavía no había llegado. La aparición de jugadores como Iniesta, Xavi y toda esa generación del “toque” cambió muchas cosas en el fútbol. Ese estilo era más idóneo para mí. Ahora se usa más la cabeza, la pelota vuela menos y los entrenadores piden otras cosas. Yo jugaba en el centro del campo con Viedma y Perea y lo normal es que la pelota pasara de la portería al área contraria sin que nosotros pudiéramos hacer nada por tocarla”.
Finalmente saltó de aquel barco y se enroló en el del FS. Rodríguez no imaginaba que esa decisión iba marcar su vida: “Tenía 17 años y aposté por el FS. Empecé en Distrito2 y a partir de ahí he tenido un recorrido que, para mí, justifica de sobra la decisión que tomé. En Jaén logramos cosas importantes y fuera de Jaén he estado en equipos que tenían objetivos que estimulantes y que te hacían disfrutar del juego”.
Dani inició un periplo por equipos que fueron dejando en él un poso que trascendía a su condición de jugador. Burela, Ceuta, Oparrulo, Córdoba, Zamora, Bujalance y el propio Jaén FS fueron los espacios en los que el entrenador, que todavía jugaba, empezó su particular “máster” para lo que luego sería la gran cita con la historia de este deporte en Jaén y en España: “Volví a Jaén a mitad de la temporada de 2010 y logramos salvar la categoría. El entrenador era César Núñez que al final de esa campaña decidió irse a Italia. Nicolás Sabariego se puso a buscar entrenador y le ofrecí algunos nombres de técnicos que yo conocía. Hizo alguna gestión pero acabó ofreciéndome el puesto”. En ese momento Dani Rodríguez desempeñaba, además de jugar en el equipo, labores administrativas en el club. El ofrecimiento de Sabariego supuso una especie de cisma familiar para Dani. Su mujer y sus padres trataron de convencer al técnico de que todavía no era el momento y que la empresa podía ser muy arriesgada pero Dani Rodríguez se escuchó a sí mismo: “Es cierto que me encontraba físicamente muy bien. Muy delgado, quizás en el mejor peso para mi edad, tenía 33 años, y con fuerza para seguir pero mi cabeza ya me pedía otra cosa y decidí aceptar el reto”.
Desde entonces han pasado diez años. Dos en Segunda División. En 2013 ascenso y a partir de ahí lucha constante y temporadas en las que ha habido muchas más luces que sombras. El palmarés del Jaén FS en esta década está marcado por un nivel altísimo y por una regularidad que habla muy bien del técnico y del club. El entrenador es sincero al iniciar su balance: “Era imposible imaginar lo que ha pasado en esta década. Cuando más me distancio en el tiempo más valor le doy y más difícil me parece. Repaso el nombre de algunos equipos que llegaron con nosotros y con presupuestos infinitamente superiores cada año, que no han logrado ni un título y en algunos casos ni han llegado a una final. Luego hay otros que si han conseguido metas pero creo que nuestra regularidad tiene mucho mérito. Todos los años hay un equipo revelación pero nosotros casi todos los años nos refundamos y vamos con uno de los presupuestos más cortos pero también casi siempre estamos ahí”
El relato de la “Década Prodigiosa” tiene para Rodríguez un lunar, una espina que le duele todavía: “La Copa del Rey de Cáceres era nuestra. Igual que en la Copa de España de Madrid tuvimos la suerte de cara en Cáceres el titulo se nos escapó entre los dedos. Fuimos superiores. Remontamos en un partido muy complicado desde el principio… pero no pudo ser. Supongo que es el equilibrio natural y la compensación de la fortuna en el deporte. Ya está”.
Los entrenadores pueden parecer un megáfono enfurecido que pierde la voz cada partido tratando de conducir a su equipo pero los encuentros son espacios intermedios. La luz del técnico y su mensaje suelen filtrarse y empapar al grupo cuando el entrenador habla directamente, en mitad de una pista con las gradas vacías o en la intimidad del vestuario, y muestra con argumentos y ejemplos prácticos, no la meta de un día sino la idea de una temporada o la filosofía que mueve su visión global del juego y la convivencia y con la que quiere marcar a sus jugadores: “Nosotros hemos aprendido temporada tras temporada pero la base para mi está en el grupo y en el compromiso de cada jugador con el grupo. Puede ser una frase desgastada por el uso pero creo que los títulos y las grandes cosas no se “ganan” en la pista se ganan en el vestuario. Nuestro ciclo es muy largo ya. Llevamos diez años y unas veces han salido las cosas mejor y otras veces peor. De todo eso hemos hecho un banco de experiencias y nos sirve para seguir ahí”.
Se suele hablar mucho, efectivamente, del grupo, de la cohesión y del compromiso pero esas metas solo se alcanzan, como dice Rodríguez, a partir de jugadores capaces de hacer grupo, de estar juntos y de poner lo general por encima de lo personal. El trabajo esencial es encontrar a esos jugadores, personal y técnicamente buenos y lograr seducirles con un presupuesto muy normal: “A principio de cada temporada buscamos un perfil de jugador que llegue con hambre e incluso que puede venir de malas experiencias anteriores o en una fase de su carrera en la que no acaba de ser feliz jugando. Mauricio, por ejemplo, llegó para cinco meses y a las dos semanas vimos que había que renovarlo o Alan Brandi que llega como campeón de Italia, de Portugal y con ofertas de media España pero que se decide por Jaén porque le han hablado de cómo trabajamos. Los jóvenes con proyección son un caso diferente. Llegan también atraídos por nuestra imagen, nuestra metodología pero sabemos que solo los podremos retener una temporada o dos. No importa, ellos crecen y nos hacen el trabajo que necesitamos, es beneficio para Jaén y eso nos compensa. Luego, en todos los casos, tratamos de fichar personas que sumen. Ese tipo de decisiones, efectivamente, te marcan la temporada”.
La línea en Primera División ha sido muy notable, excelente algunas temporadas, sin embargo esa regularidad y esa eficacia en el cumplimiento del objetivo puede trivializar el hecho y rebajar la importancia y la dificultad en la percepción de los aficionados: “Desde fuera se puede trivializar o se le puede restar valor por la costumbre de que siempre o casi siempre se consigue. Nuestro objetivo real está en el umbral del octavo puesto y si alguien se descuida debemos estar listos para colarnos más arriba. Lo que ocurre es que las cosas se han dado muy bien – aunque la pasada temporada sufrimos- y hemos logrado éxitos importantes pero los que estamos dentro y vemos esto desde el perfil profesional sabemos lo difícil que es estar ahí, competir, sostener la categoría y, además por la costumbre, sentir que debemos aspirar a más”
Dani Rodríguez se queja un poco de esa mochila de exigencias que arrastran cada temporada pero, al mismo tiempo, reconoce que les sirve para acelerar “los motores”: “Es un orgullo que nuestra gente espere siempre lo mejor de nosotros. No rehusamos nada y nos sirve un poco como estímulo pero debemos tener los pies en el suelo y no olvidar nunca cual es nuestra realidad. A partir de eso, lo tenemos claro, que nadie se descuide porque ahí estamos nosotros”.
El presente se está viviendo y disfrutando. El futuro es un área que el club trabaja con mimo pero, eso no escapa a nadie, supone otro esfuerzo económico que puede lastrar esa política: “Creo que estamos trabajando bien y estamos logrando que los frutos se vayan viendo poco a poco. Ahí está, por ejemplo, Antonio que se ha convertido en la Selección Sub-19 en un estandarte de su generación. Es un jugar que se ha criado en el FS y se le nota a nivel mental y a nivel táctico. Sin duda va a jugar en un grande. Ya no es una promesa, es una realidad y creo que ese es el camino porque detrás de Antonio está Pablo, ahora cedido en Mengíbar, y que viene con unas sensaciones extraordinarias. El filial también está trabajando muy bien y aspira a todo. Sin embargo los recursos son limitados y mantener esa estructura cada día cuesta más. Lo que le das a la base tienes que sacarlo del primer presupuesto y en ese momento se complica todo porque la exigencia al primer equipo no baja nunca”.
Estamos en el año del “Olivo Arena”. El equipo juega en una instalación que por esperada se ha convertido en un emblema para el FS porque los éxitos del equipo, sin duda han impulsado su construcción: “Me preocupa. Es una gran alegría y un logro extraordinario tener este marco tan deseado pero me preocupa que se puedan confundir las cosas. Se hacen reglas de tres demasiado simples. Si con malas instalaciones hemos conseguido cosas importantes, con el Olivo Arena tenemos que superar lo anterior pero el deporte no va así. Nosotros sabemos nuestras obligaciones y salimos dispuesto a cumplirlas porque nos gustaría que los aficionados que estén en las gradas disfruten. Debemos, afición y equipo, pensar en lo mismo y apoyarnos. Sé que va a haber mucha más gente en la grada y eso tiene que servirnos para sumar y para tener más apoyo, sobre todo en los malos momentos que podamos tener. El equipo debe sentir que un Olivo Arena lleno tiene que ser algo positivo. Esperemos que todo salga como esperamos y que la afición disfrute”
Dani Rodríguez tiene miles de horas de FS en su “mochila” personal. Ha llovido mucho desde Distrito2. El flamante Palacio de Deportes va a estar lleno de un público heterogéneo. De los mil de “La Salobreja” a los casi cinco mil de esta temporada. Tiene razones para estar inquieto. Sin embargo cree que, desde el vestuario, saldrá la fortaleza de un equipo que se ha convertido en referente de una ciudad y de una provincia. Humildad para ser los de siempre y trabajo, como siempre. Ese es el compromiso que se desprende del discurso del entrenador de “Jaén Paraíso Interior”. Ojalá esa grada repleta de espectadores y aficionados sea la ayuda que necesita el equipo para convertir en histórica la temporada del Olivo Arena. Depende de todos.