Futbolista Antonio del Moral
Antonio del Moral en el Granada de los 80, segundo por arriba a la derecha

Antonio Del Moral (Jaén, 1957). Su capitanía en el Real Jaén fue marca de autor. El Real    Jaén ha tenido muchos y prestigiosos capitanes. Del Moral representa la firmeza, la lealtad y el compromiso, virtudes que llevó al extremo. Sin embargo siempre primaron en él otras como el  equilibrio y una mesura que, alguna vez, pudo confundirse con debilidad pero se trataba de educación.

Leí algo que dijo Pedro Delgado y con lo que estoy totalmente de acuerdo: “No estamos enseñando a los niños a perder”

Antonio Del Moral ha representado, dentro del terreno de juego, la jerarquía y el orden.  A lo largo de su carrera como futbolista generó una imagen que le sirvió para jugar siendo respetado por todos y para, ya retirado hace años, seguir disfrutando de esa misma consideración.

Su trayectoria troncal se ciñe a los años pasados en la disciplina del Real Jaén. Doce temporadas. Jugador de excelentes cualidades como futbolista, defensa libre/central, tuvo varias oportunidades para jugar en la máxima categoría del fútbol español. Las circunstancias, unas deportivas y otras personales, no ayudaron a que esa meta se cumpliera. Sin embargo tuvo una experiencia gratificante, ascenso a Segunda incluido, en las dos temporadas que jugó defendiendo la camiseta del Granada CF. También jugó en el Marbella y poco después, a principio de los noventa, llegó la retirada.

Muchos partidos, innumerables vivencias y el recuerdo de un fútbol que, desde que Del Moral se quitó las botas, ha experimentado una metamorfosis fértil para unos y demoniaca para otros. Quizás eso explique la razón por la que no le vemos ahora en el fútbol profesional.

“Siento mucho que la afición del Real Jaén esté viviendo ahora un momento tan triste. Los aficionados siempre se han portado bien conmigo. Me duele por ellos lo que está pasando”

¿Has pensado alguna vez en ser entrenador?

Ser entrenador a nivel profesional no me ha atraído nunca. La figura del entrenador es muy compleja. Mi forma de ser me lleva a pensar que no lo pasaría bien con determinadas cosas. Además un vestuario a veces es un lugar muy duro, donde se dicen, se viven y se escuchan cosas fuertes. El entrenador tiene que tener muy clara su vocación para asumir su papel en todas esas circunstancias y mantener un equilibrio que no es fácil de mantener siempre y en determinadas situaciones. No digo que si hubiera tenido que hacerlo no lo hubiera hecho pero la verdad es que ni me lo he planteado.

Sin embargo los entrenadores te usaban como su prolongación en el campo.

Neme. Sobre todo Neme. Con él ejercía una labor en el terreno de juego que era la de mantener lo que se planteaba y corregir según las indicaciones del entrenador. Ahí si estaba cómodo. Era un papel más natural que también realicé después en Granada con Joaquín Peiró pero son tareas diferentes y la responsabilidad es mucho menor.

¿El fútbol deja personalmente un bagaje tan fuerte como se dice?

El fútbol es una vida dentro de una vida. A mí me enseñó más el fútbol que lo que pude vivir fuera. La mente es muy importante en esto. Hay que estar preparado para el tiempo de jugar y para cuando pasa ese tiempo. El fútbol te da lecciones todos los días porque vives en un vestuario, diariamente, con 25 personas diferentes y la mayoría de las veces en un ambiente problemático. En mi carrera, salvo en dos momentos concretos, siempre viví situaciones agónicas en lo económico y ahí veías la cara más dura de la vida. Compañeros que tenían que mandar la familia a sus casas, fuera de Jaén. Tuve que hablar con el presidente más de una vez para que dejara de pagarnos a los de Jaén y cumpliera con los de fuera. Eso, cuando lo vives en primera persona, te deja huella y te crea un enfoque de la vida que lleva a madurar a una velocidad tremenda.

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¿Alguna vez te ha pesado el brazalete de capitán?

Al contrario, me ha gustado llevar esa responsabilidad. Era un cometido dentro del vestuario que acarreaba una carga seria pero pesarme no me ha pesado nunca. Como te he dicho, salvo en dos ocasiones, el resto fueron temporadas complicadas en las que había que hacer muchos equilibrios. Por una parte estaba la situación del vestuario que ni de lejos llegaba a fin de mes y por otra la de una directiva que se plantaba delante de ti diciendo que ya había firmado un montón de pólizas. Había que hilar muy fino. Nunca he sido de ir a degüello con nadie y, consciente de lo que defendía, siempre buscaba puntos de encuentro porque las rupturas y las confrontaciones hubieran perjudicado a la plantilla y al propio club. Siempre fui claro con los directivos y con mis compañeros. Traté de que hubiera actitudes razonables por las dos partes.

Es un tópico pero es imposible no hablar de la temporada de Neme (83/84) con el triste epílogo del Antequerano ¿Cómo lo recuerda?

Fue una gran oportunidad perdida, para el club y para los futbolistas. Si las cosas hubieran salido como tenían que salir el club se hubiera saneado con dos o tres traspasos, que estaban bastante claros y un equipo en el que había muchos jóvenes se hubiera curtido en Segunda División. Lo hicimos todo bien hasta el último día en casa. Fue una derrota muy dura por la afición, que ya nos veía en Segunda, por el equipo, por la directiva y por el entrenador. Neme hizo un trabajo extraordinario. Mezcló la experiencia y la juventud y dio paso a muchos chavales de la casa. Ahora que vivimos lo que vivimos en el Real Jaén sabemos la importancia que hubiera tenido aquel ascenso.

¿Cómo ve a esos niños que llegan cada vez más jóvenes al fútbol?

Es bueno que empiecen pronto y que, desde muy temprano, se habitúen a una disciplina. Cuanto antes les atraiga el deporte mejor. Sin embargo creo que tenemos una asignatura pendiente. Leí algo que dijo Pedro Delgado y con lo que estoy totalmente de acuerdo: “No estamos enseñando a los niños a perder”. En realidad los que ganan casi siempre son muy pocos, el resto pierden muncho más que ganan y no les estamos dando herramientas para convivir con la derrota. En la vida se pierde más que se gana. Debemos desdramatizar la derrota y dar la importancia que tiene ser segundo o ser tercero.

Hoy salen de casa con muy pocos años y se van lejos…

Eso es un error. Sacar a los niños tan jóvenes de su casa no te asegura nada. Deben divertirse antes que nada. El fútbol va demandando y hoy no es como antes. Si vas teniendo condiciones acabas avanzando.

¿Qué papel tenía su padre en su relación con el fútbol?

Ninguno. Mi padre en realidad no quería que jugara al fútbol. Tuve una lesión grave, me rompí el cúbito y el radio, y solo me dijo que esas eran las consecuencias de lo que hacía. Nada más. Cuando iba a verme procuraba pasar desapercibido. No interfirió en nada en mi relación con el fútbol. Sin embargo cuando yo jugué a cierto nivel jugaba para dar satisfacciones a mis padres, a mi familia.

La afición…

La afición siempre se ha portado bien conmigo. Recuerdo en la época de Neme, cuando salía desde atrás, cómo el campo entero emitía un sonido que para mí era como meter el turbo en un coche. Los compañeros me hacía las coberturas y yo me iba en busca del gol. Cuando lo lograba experimentaba la alegría de haber respondido al apoyo. Jugando al fútbol uno es feliz haciendo feliz a la gente. Siento que ahora estén viviendo este momento tan triste. Cuando hablo con algunos aficionados noto un profundo desánimo, un cansancio que arrastran desde hace mucho tiempo”.

Antonio Del Moral mantiene el armonía, la claridad y la mesura, con las que jugó y se movió dentro del fútbol. Fuera sigue siendo el mismo. Personalidad.